La relación entre México y Estados Unidos es profundamente asimétrica, y la vulnerabilidad de México frente a nuestro vecino del norte se explica por múltiples factores interconectados.
Hasta hace pocos meses Estados Unidos era el destino del 80% de las exportaciones mexicanas (automotriz, electrónica, energía) y el origen del 50% de sus importaciones. Esta interdependencia, genera vulnerabilidad ante cambios en políticas comerciales estadounidenses como lo son los aranceles que Trump ha impuesto y los que hoy estará anunciando a nuestras exportaciones.
Por otra parte, las remesas enviadas por los migrantes mexicanos en Estados Unidos superaron $60,000 millones de dólares en 2023, representando el 4% del PIB de México. Esta dependencia financiera limita la autonomía para negociar temas migratorios o diplomáticos.
México importa 70% de la gasolina y 90% del gas natural que consume, principalmente de Estados Unidos Cualquier interrupción afecta a la industria y a los hogares mexicanos. La reforma energética de 2013 buscó reducir esta dependencia, pero PEMEX sigue siendo ineficiente y con deudas superiores a $100,000 millones de dólares.
El 90% de la cocaína y el 70% del fentanilo que entra a Estados Unidos pasa por México. Esto perpetúa la violencia del crimen organizado en México, que ha dejado más de 350,000 muertos desde 2006.
Estados Unidos condiciona ayuda a políticas antinarcóticos, pero no reduce el tráfico de armas: 70% de las armas incautadas en México provienen de Estados Unidos, pero, hay que señalarlo, llegan al país gracias a la complicidad o a la incapacidad de las aduanas mexicanas.
La entrega de 29 narcotraficantes que habían sido juzgados o lo estaban siendo en México hacia los EE. UU muestran cómo Estados Unidos ejerce influencia jurídica sobre México.
México actúa como «muro humano» para contener migrantes centroamericanos, debido a las presiones de Trump que han dado lugar a acuerdos como el célebre “Quédate en México” avalado por AMLO en 2019. Esto tensiona la frontera sur mexicana y expone al gobierno a críticas por derechos humanos.
Más de 3 millones de jornaleros mexicanos trabajan en Estados Unidos bajo visas temporales. Su exclusión de protecciones laborales refleja una profunda asimetría en la negociación bilateral.
El 85% del contenido audiovisual consumido en México proviene de Estados Unidos, lo que homogeniza valores y prioridades políticas (ej. narrativas sobre seguridad o economía), las plataformas de streaming condicionan la industria cultural local.
Más de 800,000 mexicanos estudian o trabajan en Estados Unidos en sectores estratégicos como la tecnología o la salud, debilitando la capacidad innovadora local.
Con todo esto en cuenta la soberanía que invoca Sheinbaum es, cuando menos, altamente vulnerable y mientras no logremos avanzar en el fortalecimiento del país, esa soberanía en el papel es casi imposible de defender en los hechos.
Somos un país que depende de importaciones para alimentar a su población, por lo que estamos expuestos a presiones externas.
La dependencia alimentaria debilita la estabilidad económica. Si una moneda se deprecia o hay crisis financieras, el acceso a alimentos importados puede volverse inalcanzable, generando malestar social y afectando la capacidad de autogobierno.
Hay que reconocer que ningún país es completamente autosuficiente en la era global. Pero la soberanía no implica aislamiento, sino la capacidad de gestionar interdependencias mediante alianzas y tratados. Por ejemplo, Japón o Singapur importan gran parte de sus alimentos, pero mantienen soberanía gracias a su poder económico y diplomático.
La seguridad alimentaria puede lograrse con diversificación de fuentes, reservas estratégicas y mercados estables. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) promueve el comercio justo como herramienta para reducir riesgos, no necesariamente la difícil autosuficiencia.
La soberanía nacional no es un concepto binario, sino multidimensional. La dependencia alimentaria representa un riesgo para la soberanía, pero no la hace imposible.
La clave está en:
– Diversificar proveedores para evitar monopolios externos.
– Fortalecer capacidades productivas locales en sectores críticos.
– Invertir en innovación agrícola.
– Participar en sistemas de cooperación internacional que reduzcan asimetrías.
La autosuficiencia es utópica en un mundo interconectado; la soberanía moderna requiere gestión inteligente de la interdependencia.
México Nuevo, Paz y Futuro, partido político nacional en formación, propone algunas estrategias para reducir la vulnerabilidad de nuestro país y conseguir su soberanía:
- Fortalecer lazos con la Unión Europea, Asia y América del Sur para diversificar el comercio.
- Impulsar una mayor inversión en energía renovable para aprovechar el potencial solar y eólico para reducir dependencia del gas estadounidense.
- Impulsar una política migratoria integral, negociando visas laborales con protecciones y evitar el rol de «gendarme migratorio».
- Para un combate al crimen con enfoque social es necesario impulsar la generación de empleos y el autoempleo mediante proyectos productivos para reducir la pobreza (40% de la población) que alimenta el narcotráfico.
- En lo que es urgente lograr la soberanía es en la tecnológica, por lo que impulsaremos empresas nacionales en sectores como semiconductores o software.
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